Escuela de Atenas

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jueves, 26 de septiembre de 2013

Cuestiones sobre la Metafísica de Platón



  1. ¿Cuál es el punto fundamental sobre el que gira toda la filosofía platónica?
  2. ¿A qué se denomina en la filosofía platónica "segunda navegación"?
  3. ¿Cómo explicaban los filósofos naturalistas (presocráticos) la naturaleza de cualquier objeto?
  4. ¿Cómo denomina Platón la realidad por él descubierta?
  5. ¿Es lo mismo una Idea que un concepto, según Platón?
  6. ¿Quė son las "Ideas", según Platón?
  7. ¿Hay jerarquía entre las Ideas?
  8. ¿Cuál es el fundamento del "mundo sensible"?

domingo, 22 de septiembre de 2013

PLATÓN: METAFÍSICA

Texto 2. La Metafísica platónica.


1.     La fundación de la metafísica: “la segunda navegación”. 

En la filosofía platónica existe un punto fundamental del que depende por completo el nuevo planteamiento de todos los problemas de la filosofía. Este punto consiste en el descubrimiento de la existencia de una realidad suprema no sensible, es decir, una dimensión suprafísica del ser o de la realidad. Los filósofos presocráticos habrían tratado de explicar todas las cosas, los fenómenos, recurriendo a causas de tipo físico y mecánico (agua, aire, tierra, fuego etc.). Sin embargo, y este es el fondo del problema, las causas de carácter físico y mecánico, ¿son las verdaderas causas o no serán sino simples "con-causas", es decir, causas al servicio de otras más elevadas de nivel superior? La causa de lo que es físico, ¿no residirá quizás en algo que no es físico ni mecánico?

Para responder a estos problemas, Platón emprendió lo que él mismo denomina como "segunda navegación". En la antigua terminología marinera se llamaba "segunda navegación" a la que se pretendía cuando al desaparecer el viento y no sirviendo ya las velas, se apelaba a los remos. La primera navegación simboliza el recorrido que realiza la filosofía impulsada por el viento de la filosofía de los presocráticos. La segunda navegación, en cambio, representa la aportación personal de Platón, la navegación realizada gracias a sus propias fuerzas, es decir, su contribución personal.

¿Queremos explicar, por ejemplo, por qué es bella una cosa? Pues bien, para explicar ese "porqué" el filósofo naturalista (presocráticos) recurriría a elementos puramente físicos, como el color, la figura, y otros elementos de esta clase. Sin embargo –afirma Platón– éstos no son las verdaderas causas, sino medios o con causas. Por lo tanto, es preciso creer en la existencia de una causa superior, que por ser una verdadera causa será algo no sensible, no material, sino inmaterial e inteligible. Esta nueva realidad que descubre Platón es denominada "forma pura", “idea” (eidos) o “realidad en sí”. Así pues, si queremos saber por qué una cosa es bella hemos de decir que tal cosa es bella porque participa de la idea en forma pura de lo bello en sí. La idea de belleza hace que las cosas empíricas sean bellas, es decir se realicen a través de la forma, del color y de la proporción que por fuerza se requiere para ser bellas.

La segunda navegación conduce pues a reconocer la existencia de dos tipos de realidad: uno de ellos, fenoménico y visible, mientras que el otro, el verdaderamente real, es invisible,  está más allá de lo que se puede ver, tocar, oír, etc. y es captable sólo con la mente (psique), es decir, es puramente inteligible. 

2.     La teoría de las ideas. 

a.     La realidad “verdaderamente real”: el “topos uranós”.

Estas causas últimas de naturaleza no física, estas realidades inteligibles, fueron denominadas por Platón con el nombre de "idea" (eidos). Por lo tanto, las "ideas" de las que hablaba Platón no son simples conceptos, es decir, representaciones puramente mentales, sino que son verdaderas realidades, substancias. Las ideas no son simples pensamientos, sino aquello que piensa el pensamiento una vez que se ha liberado de los datos sensibles. O sea, son el verdadero ser, el ser por excelencia. En resumen: las ideas platónicas son las esencias de las cosas, esto es, aquello que hace que cada cosa sea lo que es.  Platón utilizó también el término "paradigma" para indicar que las ideas constituyen un modelo permanente de cada cosa (lo que debe ser cada). Sin embargo, las expresiones más famosas mediante las cuales Platón ha aludido a las ideas son, sin duda alguna, las fórmulas "en sí" y "por sí", que a menudo se han entendido erróneamente. Este mundo de las ideas está constituido por una multiplicidad de seres, en la medida en que allí hay ideas de todas las cosas: ideas de valores estéticos, ideas de valores morales, ideas de diversas realidades corporales, ideas de los distintos seres geométricos y matemáticos. Cada idea es única, eterna, inmutable e inteligible, es decir, es una pura esencia. Las ideas carecen de rasgos sensibles: no tienen color ni olor ni ocupan un lugar ni tienen movimiento. Son puras realidades perfectas. Ya en la República intentó Platón establecer una cierta jerarquía en el mundo inteligible de las ideas: primero situa en la cúspide la idea del bien; luego, debajo, las ideas éticas y estéticas y, a continuación, las ideas matemáticas; finalmente, sitúa a la base de la pirámide las ideas de seres corpóreos. Esta concepción jerárquica se mantiene en todos los diálogos platónicos.

b.     La creación del “mundo sensible”: el ”topos aisthetós”. 

Ahora bien, ¿de dónde sale el mundo sensible? ¿Cómo es posible que las ideas inteligibles actúen sobre el mundo sensible? La respuesta que ofrece Platón es la siguiente: existe un Demiurgo, esto es, un dios hacedor, un dios que piensa y que quiere, quien tomando como modelo el mundo de las ideas ha plasmado o moldeado la materia, es decir, el receptáculo sensible, de acuerdo con dicho modelo. De esta manera ha generado el cosmos físico. Por consiguiente, hay un modelo (mundo ideal), hay una copia (el mundo sensible) y existe un artífice que ha hecho la copia, sirviéndose del modelo. El mundo de lo inteligible es eterno y el artífice también es eterno; en cambio, el mundo sensible elaborado por el Demiurgo es algo que ha nacido, es decir, algo que ha sido engendrado. Pero, ¿por qué ha querido crear  el mundo el Demiurgo? La respuesta platónica es muy sencilla: el Demiurgo ha creado el mundo por voluntad y amor al bien. El Demiurgo hizo la obra más bella posible, animado por el deseo del bien: el mal y lo negativo que sigue habiendo este mundo se deben, sin embargo,  al carácter imperfecto de la materia de la que está hecho el mundo sensible, junto con el tiempo. El mundo de las ideas es eterno, pero el mundo sensible está sometido al tiempo, al cambio, a la destrucción. Todo lo que nace en el mundo sensible está condenado a la muerte, a la desaparición. Desde esta perspectiva, toda cosa no es sino una mera copia temporal de un ideal, de una idea. Como ya vio muy bien Heráclito, todo en este mundo de aquí fluye. Sólo existe, a juicio de Platón, una realidad intermedia entre los seres del mundo sensible y los seres del mundo inteligible: el alma humana.

martes, 17 de septiembre de 2013

SÓCRATES Y LOS SOFISTAS

TEXTO 1 Sócrates y los Sofistas (Word)



 

A.       Los Sofistas.

1.      ¿Quiénes fueron los Sofistas?
Desde mediados del siglo V a. C. surge en Grecia un tipo de sabio que renunció a la investigación cosmológica, los sofistas, en buena medida a causa del escepticismo. Este movimiento dio lugar a la proliferación de doctrinas incompatibles durante el primer siglo y medio de existencia de la filosofía griega. Otra causa importante para la aparición de esta clase nueva de sabio fue el avance histórico que experimentó toda la Hélade después de las guerras médicas (en las que Grecia, dirigida sobre todo por Atenas y Esparta, resistió vigorosamente la invasión del imperio medo-persa). El siglo V es el gran siglo clásico de la cultura griega, en el que, fundamentalmente en Atenas, la literatura, la arquitectura y otras artes alcanzan su cima. Florece la ciudad-estado (Polis) y en muchos lugares es imitada la constitución democrática del principal de estos Estados, Atenas. Ahora bien, en el Estado democrático es sumamente importante para el hombre que quiere destacar y ejercer magistraturas dotadas de poder, el triunfo en los debates y, aunque esto en segundo término, también la habilidad retórica ante los tribunales.

Esta noción de hombre destacado, excelente, pasa ahora a ser la del hombre que es elegido por sus conciudadanos, gracias a sus facultades de persuasión, para desempeñar puestos de gran responsabilidad y administrar los negocios públicos o políticos (o sea, del Estado). En la época de Homero, la excelencia (areté) había consistido en el buen éxito en la guerra (aunque también en la asamblea de los aristócratas) y estaba necesariamente ligada al nacimiento en un alto linaje. Ahora, la excelencia es fundamentalmente no la del gran soldado, sino la del ciudadano, y, por lo mismo, se prescindirá del nacimiento y se vinculará a la capacidad del individuo. Hacen, pues, falta maestros en las artes de la persuasión (peithó), es decir, maestros en de retórica, oratoria, dicción, etcétera.

Los Sofistas son estos maestros de retórica, que andan de un Estado democrático a otro atrayendo a sus carísimos cursos a los hijos de las familias poderosas y ricas, que eran quienes más y mejor podían aspirar a los éxitos políticos que les facilitaban estos nuevos profesores. Hasta el momento, los sabios en Grecia no se habían ganado la vida “vendiendo” su sabiduría, y la condición del perpetuo extranjero (meteco) no era en absoluto bien vista en ningún Estado helénico.

2.      Principales tesis sofistas.

a.      Agnosticismo teológico. 

Protágoras, el más importante y más antiguo sofista, declaraba al comienzo de su libro principal que la investigación sobre la naturaleza de lo divino era demasiado ardua como para que en una sola vida humana diera tiempo suficiente para concluirla. Y en otro de sus escritos parece haber intentado mostrar cómo sobre cada cuestión es posible presentar argumentos tanto a favor como en contra de cualquier solución que se encuentre. 

b.      El hombre como medida de todo: el relativismo. 

Sabemos también que una de las declaraciones más importante del libro de Protágoras consistía en la tesis siguiente: "el hombre es la medida de todas las cosas: del ser de las que son y del no ser de las que no son". Es difícil saber en qué sentido hay que entender esta sentencia, pero desde Platón, cercano en el tiempo, se la toma en sentido relativista, o sea, como si lo que Protágoras quiso decir es que la verdad de las cosas es relativa al hombre que trata de conocerlas. Esto significa, siempre según Platón, que Protágoras identificaba la apariencia con la verdad: aquello que a cada cual le parece verdadero es en esa misma medida verdadero (para ese hombre).  

3.      Otros sofistas. 

Otros sofistas hicieron un gran hincapié en su dominio pretendidamente absoluto de cuantos saberes puede alcanzar el nombre. Así, Hipias se jactaba de presentarse ante todos los griegos en el estadio de Olimpia llevando un vestido enteramente fabricado por él mismo. Se ponía a la disposición de todos para responder a cuantas preguntas quisieran hacerle sobre cualquier materia y nunca había fallado la respuesta (entre sus artes estaba la mnemotécnica, o sea, la de memorizar y recordar fácilmente). Otros sofistas, como Gorgias, subrayaron hasta el exceso la posibilidad de argumentar a favor de cualquier tesis y hacerla vencer cuando vota el público en la asamblea o en un tribunal (entre dos contrincantes que han hablado). Una de las piezas maestras de Gorgias, que aún poseemos, titulada “Elogio de Helena”, es un alarde de abogado: la defensa de Helena, la peor de las mujeres porque, así se creía, había provocado con su adulterio la guerra de Troya. 

B.   Sócrates. 

1.      ¿Quién fue Sócrates? 

Sócrates es quizá el mayor y más enigmático filósofo de toda la historia. Ante los ojos de muchos de sus conciudadanos en un sofista más. De hecho, en su comedia Las nubes, Aristófanes, el gran comediógrafo, le ridiculizó equivocadamente al presentarle como un mediocre sofista. En el año 399 a. C. Sócrates fue acusado y condenado a muerte por impiedad y corrupción de los jóvenes a los que enseñaba. Tomamos como base para el reconocimiento de la actividad de Sócrates los discursos que presenta Platón al narrar mediante ellos lo que ocurrió el día de la condena (Apología de Sócrates) y tres días antes de su ejecución, cuando rechaza la propuesta de fuga que le hace su amigo Critón, corrompiendo al carcelero. Pues bien, en La Apología vemos que Sócrates sobre todo sostiene que el supersaber de los sofistas es inaccesible para el hombre y que a él le van a condenar por haberlo confundido con uno de esos sabios imposibles. Sólo el Dios sabe. El hombre ignora, pero no debe ser tan radicalmente ignorante que incluso ignore que ignora. La posición propia del hombre es saber sólo esto: que no posee la sabiduría propia de Dios, aunque, eso sí, la anhela. La tesis de Sócrates es que esta presunta ciencia de la excelencia humana es inalcanzable y siempre se ha encontrado que quienes creían tenerla en realidad la ignoraban (e ignoraban que ignoraban).

2.      Principales tesis de Sócrates. 

a.      El método socrático. 

Sócrates, por otra parte, reconocía que existían ya saberes estrictos en su tiempo. Contaba entre ellos posiblemente la matemática, la medicina y, desde luego, las ciencias del agricultor, del naviero, del ceramista, del zapatero, del escultor (seguramente, su oficio y el de su padre). Con el criterio de estos saberes juzgaba la presunta ciencia del bien y la excelencia que queremos todos tener. ¿O es que no vivimos bien seguros de la dirección que ha tomado nuestra existencia, como quien conoce perfectamente qué es lo bueno para sí mismo?

Además de todo ello, Sócrates confiaba plenamente la fuerza del diálogo para la investigación de la verdad (para la comprobación precisa, "científica", de la pretendida sabiduría). Un hombre puede llegar a expresar aquella tesis sobre el bien que él realmente sostiene con su modo de vivir, si reflexiona con suficiente profundidad. Esta reflexión recibe una ayuda muy importante del interlocutor que sabe preguntarle de continuo. Las dos partes del diálogo son: la ironía y la mayéutica.

La ironía consiste, precisamente, en esta primera fase del proceso dialéctico, gracias a la cual quizá por primera vez un hombre acepta discutir acerca de qué sea a la excelencia (tradicionalmente decimos la virtud) porque sospecha que pueda valer la pena. Sócrates logra suscitar esta actitud en sus interlocutores confesando su ignorancia e invitando con insistencia a la persona con la que habla aquí de su parecer.

A la segunda parte del diálogo se la llama Mayéutica, que significa el arte de ayudar en el parto. Sócrates decía haber heredado de su madre (partera) este arte, sólo que aplicado fundamentalmente a hombres y a almas. De lo que en el diálogo se trata es de examinar si los partos del alma, que son los discursos (las afirmaciones) sobre la existencia, valen algo o, por el contrario, engendran una contradicción interna y, por lo tanto, quedan en meros “abortos de puro aire”. Sócrates se atenía pues a la inscripción del templo de Apolo en Delfos: "Conócete a ti mismo".

El arte Mayéutica de Sócrates es, en realidad, el más inmediato antecedente de lo que ahora conocemos por lógica, pues consistía en hacer extraer productivamente las consecuencias que se siguen de su afirmación al interlocutor que la formuló, de modo que si alguna de estas consecuencias es una contradicción o contradice una verdad muy evidente que acepta la persona misma que dialoga con Sócrates, queda patente que se ha partido de una premisa falsa. Hay que sustituirla por otra, o sea, por una nueva afirmación que procure ser una definición mejor, para volver en seguida a recomenzar el proceso. Por cierto que este examen debería repetirse a diario cuantas más veces mejor, para no arriesgarse a vivir en adelante sobre una convicción falsa acerca de cómo hay que vivir.

b.      El intelectualismo moral socrático. 

La posición de Sócrates se denomina frecuentemente intelectualismo moral porque se basa en que un hombre actúa en conformidad con lo que piensa. Nadie hace el mal a sabiendas, porque la verdad más clara acerca del mal es que perjudica a quien lo realiza aún más que a quien lo sufre. Tal es la tesis esencial de Sócrates: jamás, suceda lo que suceda, hay que hacer el mal. Por ejemplo, si un hombre se ve amenazado con el exilio, la presión, la pobreza, el descrédito o la muerte debe actuar exactamente igual que cuando no estaba bajo estas amenazas: a saber, ateniéndose al principio de no hacer el mal. De aquí que Sócrates reconozca en el hombre un factor capaz de desafiar a la muerte, no precisamente porque sepa a ciencia cierta que el justo que muere será feliz, sino porque lo único que sabe a ciencia cierta es que el mal moral es lo malo mismo, lo peor, mucho peor que la muerte. Cuando la muerte es sufrida sin haberse manchado con el mal, el elemento o “factor” que hace que el hombre sea capaz  de afrontar la muerte "con una buena Esperanza", no puede ser otro que aquello que hace vivir al hombre, o sea, su psique o alma. Pero entonces también evidente que el alma es, por así decir, el lugar donde se guardan las opiniones sobre el bien. El hombre es fundamentalmente su alma y su alma es fundamentalmente su tesis sobre el bien, de la que dependen todas las acciones. En definitiva, no caben más que dos posibilidades: o el hombre cree saber que la muerte propia es el peor de los males (y entonces hará cualquier cosa con tal de evitarla o posponerla), o el hombre sabe que ignora qué es en realidad la muerte, pero sabe también que el mal moral es lo peor. En este segundo caso, el hombre vive la vida del filósofo, o sea, el cuidado o la preocupación por la muerte, por la verdad y por el alma; pero, en el primer caso, como hacen los sofistas, el hombre valora más la retórica, que puede dar a su opinión la fuerza persuasiva ante los demás, aunque no sea verdadera (es decir, valora más la apariencia que la verdad). El lema de la moral socrática dice, precisamente: no parecer, sino ser.