Escuela de Atenas

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domingo, 22 de septiembre de 2013

PLATÓN: METAFÍSICA

Texto 2. La Metafísica platónica.


1.     La fundación de la metafísica: “la segunda navegación”. 

En la filosofía platónica existe un punto fundamental del que depende por completo el nuevo planteamiento de todos los problemas de la filosofía. Este punto consiste en el descubrimiento de la existencia de una realidad suprema no sensible, es decir, una dimensión suprafísica del ser o de la realidad. Los filósofos presocráticos habrían tratado de explicar todas las cosas, los fenómenos, recurriendo a causas de tipo físico y mecánico (agua, aire, tierra, fuego etc.). Sin embargo, y este es el fondo del problema, las causas de carácter físico y mecánico, ¿son las verdaderas causas o no serán sino simples "con-causas", es decir, causas al servicio de otras más elevadas de nivel superior? La causa de lo que es físico, ¿no residirá quizás en algo que no es físico ni mecánico?

Para responder a estos problemas, Platón emprendió lo que él mismo denomina como "segunda navegación". En la antigua terminología marinera se llamaba "segunda navegación" a la que se pretendía cuando al desaparecer el viento y no sirviendo ya las velas, se apelaba a los remos. La primera navegación simboliza el recorrido que realiza la filosofía impulsada por el viento de la filosofía de los presocráticos. La segunda navegación, en cambio, representa la aportación personal de Platón, la navegación realizada gracias a sus propias fuerzas, es decir, su contribución personal.

¿Queremos explicar, por ejemplo, por qué es bella una cosa? Pues bien, para explicar ese "porqué" el filósofo naturalista (presocráticos) recurriría a elementos puramente físicos, como el color, la figura, y otros elementos de esta clase. Sin embargo –afirma Platón– éstos no son las verdaderas causas, sino medios o con causas. Por lo tanto, es preciso creer en la existencia de una causa superior, que por ser una verdadera causa será algo no sensible, no material, sino inmaterial e inteligible. Esta nueva realidad que descubre Platón es denominada "forma pura", “idea” (eidos) o “realidad en sí”. Así pues, si queremos saber por qué una cosa es bella hemos de decir que tal cosa es bella porque participa de la idea en forma pura de lo bello en sí. La idea de belleza hace que las cosas empíricas sean bellas, es decir se realicen a través de la forma, del color y de la proporción que por fuerza se requiere para ser bellas.

La segunda navegación conduce pues a reconocer la existencia de dos tipos de realidad: uno de ellos, fenoménico y visible, mientras que el otro, el verdaderamente real, es invisible,  está más allá de lo que se puede ver, tocar, oír, etc. y es captable sólo con la mente (psique), es decir, es puramente inteligible. 

2.     La teoría de las ideas. 

a.     La realidad “verdaderamente real”: el “topos uranós”.

Estas causas últimas de naturaleza no física, estas realidades inteligibles, fueron denominadas por Platón con el nombre de "idea" (eidos). Por lo tanto, las "ideas" de las que hablaba Platón no son simples conceptos, es decir, representaciones puramente mentales, sino que son verdaderas realidades, substancias. Las ideas no son simples pensamientos, sino aquello que piensa el pensamiento una vez que se ha liberado de los datos sensibles. O sea, son el verdadero ser, el ser por excelencia. En resumen: las ideas platónicas son las esencias de las cosas, esto es, aquello que hace que cada cosa sea lo que es.  Platón utilizó también el término "paradigma" para indicar que las ideas constituyen un modelo permanente de cada cosa (lo que debe ser cada). Sin embargo, las expresiones más famosas mediante las cuales Platón ha aludido a las ideas son, sin duda alguna, las fórmulas "en sí" y "por sí", que a menudo se han entendido erróneamente. Este mundo de las ideas está constituido por una multiplicidad de seres, en la medida en que allí hay ideas de todas las cosas: ideas de valores estéticos, ideas de valores morales, ideas de diversas realidades corporales, ideas de los distintos seres geométricos y matemáticos. Cada idea es única, eterna, inmutable e inteligible, es decir, es una pura esencia. Las ideas carecen de rasgos sensibles: no tienen color ni olor ni ocupan un lugar ni tienen movimiento. Son puras realidades perfectas. Ya en la República intentó Platón establecer una cierta jerarquía en el mundo inteligible de las ideas: primero situa en la cúspide la idea del bien; luego, debajo, las ideas éticas y estéticas y, a continuación, las ideas matemáticas; finalmente, sitúa a la base de la pirámide las ideas de seres corpóreos. Esta concepción jerárquica se mantiene en todos los diálogos platónicos.

b.     La creación del “mundo sensible”: el ”topos aisthetós”. 

Ahora bien, ¿de dónde sale el mundo sensible? ¿Cómo es posible que las ideas inteligibles actúen sobre el mundo sensible? La respuesta que ofrece Platón es la siguiente: existe un Demiurgo, esto es, un dios hacedor, un dios que piensa y que quiere, quien tomando como modelo el mundo de las ideas ha plasmado o moldeado la materia, es decir, el receptáculo sensible, de acuerdo con dicho modelo. De esta manera ha generado el cosmos físico. Por consiguiente, hay un modelo (mundo ideal), hay una copia (el mundo sensible) y existe un artífice que ha hecho la copia, sirviéndose del modelo. El mundo de lo inteligible es eterno y el artífice también es eterno; en cambio, el mundo sensible elaborado por el Demiurgo es algo que ha nacido, es decir, algo que ha sido engendrado. Pero, ¿por qué ha querido crear  el mundo el Demiurgo? La respuesta platónica es muy sencilla: el Demiurgo ha creado el mundo por voluntad y amor al bien. El Demiurgo hizo la obra más bella posible, animado por el deseo del bien: el mal y lo negativo que sigue habiendo este mundo se deben, sin embargo,  al carácter imperfecto de la materia de la que está hecho el mundo sensible, junto con el tiempo. El mundo de las ideas es eterno, pero el mundo sensible está sometido al tiempo, al cambio, a la destrucción. Todo lo que nace en el mundo sensible está condenado a la muerte, a la desaparición. Desde esta perspectiva, toda cosa no es sino una mera copia temporal de un ideal, de una idea. Como ya vio muy bien Heráclito, todo en este mundo de aquí fluye. Sólo existe, a juicio de Platón, una realidad intermedia entre los seres del mundo sensible y los seres del mundo inteligible: el alma humana.

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