“Quien no puede entrar a formar parte de una comunidad, quien no tenga
necesidad de nada y se baste a sí mismo, no es parte de la ciudad, es una fiera
o un Dios”.
(Ética a Nicómaco, I, 2)
a)
La Polis: el hombre como “animal político”.
El bien y la felicidad de un
individuo son de la misma naturaleza que el bien y la “felicidad” de la ciudad.
Estos últimos, sin embargo, son más hermosos y divinos, porque pasan de la
dimensión de lo privado a la dimensión de lo social. Como vemos, la ética
aristotélica desemboca en la política y parece subordinarse a
ella. Según Aristóteles, la ciudad (el Estado) es más importante e incluso "anterior” al individuo. Al igual
que el todo es mayor que cada una de las partes, la ciudad es “mayor” que cualquiera de los ciudadanos
que la componen. Esta prioridad del Estado se basa en el hecho de que sólo
el Estado puede bastarse a sí mismo (autarkeia); el individuo
y la familia no se encuentran en el mismo caso, no son autosuficientes. Pero,
cuando nos referimos a la Polis, no se trata de una autarquía exclusivamente
económica, sino fundamentalmente ética y humana: sólo en el Estado puede
alcanzarse el reinado del bien y la justicia: esta es la perfección última del
hombre. Por eso, el Estado no es un fin en sí mismo.
Así pues, el hombre es, esencialmente, un
animal político o cívico (politikón zóon). Hay también, claro
está, animales gregarios, rebaños, pero el hombre y el Estado pertenecen a otro
orden, como lo demuestra el hecho de que sólo el hombre posee lenguaje.
Gracias al lenguaje puede comunicarse con sus semejantes acerca "del bien y del mal de lo justo y de lo
injusto y de las demás cualidades morales; y es la participación y comunidad en
estas cosas lo que hace a una familia y a un Estado".
El fin del Estado es la
felicidad y la perfección moral de los ciudadanos. Sin embargo, Aristóteles no
considera “ciudadanos” a todos los que viven en una ciudad y sin los cuales
ésta no podría subsistir. Para ser ciudadano es preciso formar parte de la
administración de los asuntos públicos: asamblea, administración de justicia,
ejército, etc. Ni esclavos ni hombres libres (trabajadores) forman parte de la
ciudadanía.
b)
Las formas de organización política.
Desde estos principios
políticos Aristóteles analiza las diversas formas de organización de la Polis.
La teoría aristotélica de las formas políticas es notablemente pragmática y
bastante fluctuante. En general, Aristóteles critica la política "idealista-utópica"
de Platón. La política no puede ser una “ciencia exacta”, sino empírica, como
lo demuestra el trabajo de recopilación de “Constituciones políticas” de su
época realizado por sus discípulos. Ciertamente, Aristóteles se mantiene fiel
al esquema de la pequeña Ciudad-Estado. El Filósofo recoge la ya clásica
clasificación de los sofistas: monarquía, aristocracia y democracia (a la que
llama politeia o gobierno
constitucional), con sus degeneraciones en tiranía oligarquía y demagogia (a la
que llama, sin más, "democracia"). En las tres primeras formas
gobiernan los mejores y más virtuosos, y lo hacen en vistas al bien común, no
en provecho particular. Cuando esto no es así, se deriva hacia las formas
degeneradas. En realidad, Aristóteles no otorga la primacía a ninguna forma de
gobierno, y se muestra muy pragmático al tener en cuenta las diversas
condiciones geográficas, económicas o psicológicas de los pueblos,
circunstancias que conducen a éstos a inclinarse por un sistema político u
otro. Se ha señalado, con todo, que ese mismo pragmatismo lleva Aristóteles a
inclinarse por una única teoría basada en las “clases medias” y gobernada por
los mejores. Punto de vista que coincide con su teoría ética: la virtud
consiste, recordemos, en un "término medio" adaptado a las
circunstancias, a la naturaleza concreta de los hombres y a las exigencias de
la prudencia. Así, del mismo modo, en líneas generales, en Política.
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