1. Conocer es recordar: la teoría de
le reminiscencia (anámnesis).
¿Cómo nos es posible conocer las
Ideas, si pertenecen a otro mundo –el mundo inteligible– distinto del mundo en
que vivimos? El tema del Conocimiento o
la Reminiscencia (Anámnesis) aparece por primera vez en el Menón. En este diálogo se establecen dos precisiones importantes:
por un lado, se afirma que el alma tuvo ya que conocer las ideas en una
existencia anterior "separada" del cuerpo (tal y como hemos visto en
el mito del “carro alado”) y, además, se afirma también que ese conocimiento
fue posible gracias a la afinidad del alma con tales ideas; por otro lado, se
asevera que dado que las cosas imitan a las ideas, el conocimiento sensible
sirve como ocasión para el recuerdo.
La Anámnesis explica la raíz o la
posibilidad del conocimiento, pero deben determinarse más concretamente las
fases y los modos específicos del conocer. Veamos los modos o grados de
conocimiento. Existen cuatro grados de conocimiento. Desde el menor al mayor o
más alto tipo, Platón diferencia los siguientes:
a. La “Doxa” o el conocimiento
sensible:
Este es el conocimiento de los “entes
sensibles”, o sea, de las cosas. Este tipo de conocimiento puede dividirse en
“conocimiento directo a través de los sentidos” (Pistis) y
“conocimiento derivado” o creencias que se tienen sobre las cosas, pero no
obtenidas en primera persona (Eikasía). Este último se considera
el grado más bajo de conocimiento, aunque ambos tipos no dejan de ser para
Platón sino meras “creencias” u opiniones.
b. La “Episteme” o el conocimiento
de las Ideas:
Este es el conocimiento más
importante, el de las ideas, o sea, el de
las esencias del mundo inteligible. Este tipo de conocimiento puede dividirse,
por un lado, en "conocimiento dianoético" o conocimiento de las ideas
matemáticas (Diánoia). Este conocimiento no es el más elevado, pues el
matemático permanece todavía ligado al conocimiento de las figuras
representables en el espacio: triángulos, rectas, puntos, números, etcétera.
Queda, pues, por otro lado, un grado superior de conocimiento (Nóesis):
la captación pura de las ideas y del principio supremo y absoluto del cual
dependen todas ellas, a saber, la idea del Bien.
Pero, ¿cómo podemos ascender
desde el conocimiento de los entes sensibles, de las meras creencias (Doxa),
hasta el de las Ideas inteligibles (Episteme)?
2. El ascenso y el descenso en el conocimiento:
la dialéctica platónica.
Los hombres comunes se detienen
en los dos primeros grados de la primera forma de conocer, es decir, en el
opinar, en las creencias. Los matemáticos se elevan hasta la diánoia y sólo el
filósofo accede a la nóesis, es decir, a la ciencia suprema. En este ascenso el
alma se libera de los sentidos y de lo sensible, dejando de lado las
sensaciones y todos los elementos ligados a lo sensible, captando las ideas
puras y sus nexos o vínculos de implicación y de exclusión, elevándose así de
idea en idea (como si se ascendiese peldaño a peldaño por una escalera) hasta
llegar a captar la idea suprema, la idea del Bien. Esto ha de hacerse mediante
el diálogo
con otras almas (o del alma consigo misma). Ahora bien, hay también una
dialéctica descendente, que recorre el camino opuesto: parte de la idea suprema
o de ideas generales y por división (diáresis) llega a determinar cuál es el
lugar que una idea en particular ocupa dentro de la estructura jerárquica del
mundo de las ideas. Este procedimiento, mediante el cual el alma avanza o se
mueve de idea en idea, ascendiendo y descendiendo, constituye la dialéctica y
por ello el filósofo es un dialéctico. Sólo así con este procedimiento podremos
llegar al conocimiento de las ideas supremas. Sin embargo, ¿por qué la mayoría
de los hombres permanece en el nivel de conocimiento que constituye la doxa,
las meras creencias? ¿Por qué no todos los hombres son filósofos? Veamos la
ética de Platón.
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