Escuela de Atenas

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domingo, 6 de octubre de 2013

PLATÓN: ÉTICA Y POLÍTICA




               Como ya hemos visto, la dialéctica es el camino fundamental hacia las ideas. Pero ninguna psique, ningún hombre, puede iniciar este camino sin la adquisición de una determinada armonía entre las partes que la forman. Es necesaria la virtud, que es también un camino hacia el bien y la justicia. Además, el hombre aislado –según Platón– no puede ser bueno ni sabio: necesita la comunidad política, es decir, el Estado. Así, la virtud y el Estado permiten el acceso a las Ideas. Pero éstas, a su vez, son su fundamento último. Con este círculo se cierra la filosofía platónica, que como ya se ha dicho tiene intención ética y política. Veámoslo.

 

1.               La felicidad del alma justa y armoniosa: el “alma bella”.

 

               Ya vimos en la Antropología que el hombre virtuoso es el que purifica su alma de las pasiones y la desprende del cuerpo para poder realizar el acceso a las ideas. Pero este proceso ha de tener como referente el ideal del alma bella o alma justa. ¿Qué hemos de entender por justicia, por alma justa? En La República Platón considera la justicia como la virtud fundamental, consistente en el "acuerdo de las tres partes del alma, exactamente como los tres términos de una armonía, el de la cuerda grave, el de la alta y el de la media". La armonía surge del alma cuando "cada parte hace lo que le es propio", de tal manera que “dominen o sean dominadas entre sí conforme a  naturaleza”. Esto significa que la parte racional (nous), siendo prudente, debe guiar a la parte irascible (thymós), que deberá ser valerosa, fuerte, y ambas dominar a la apetitiva (epithymia), que será así atemperada. El hombre que lo consiga será armonioso y justo. Por eso la virtud es "la salud, belleza y bienestar del alma" y la justicia es la armonía propia del hombre. Tenemos aquí, formulada por primera vez, la división de la virtud en cuatro categorías fundamentales: prudencia, fortaleza y templanza (correspondientes a las tres partes del alma), y justicia (como la armonía que resulta así en el alma virtuosa).

               Pero Platón establece una clara correlación entre el alma y el Estado: "en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad, y en el mismo número". La estructura de la ciudad se encuentra reflejada en el alma (y viceversa). Por eso, la ética conduce a la política. Sólo en la ciudad justa es posible educar hombres justos.

 

2.               La felicidad de la Polis: la ciudad justa.

               El tema fundamental de La República es, pues, la justicia en el individuo y en el Estado. Se trata de una “utopía política” en la que el gobierno pertenece a los filósofos (o los gobernantes han de practicar la filosofía). Gobierno, por tanto, monárquico o aristocrático, pero en el que la aristocracia (gobierno de los mejores) es una aristocracia de la virtud y el saber, donde no cuenta el origen, la familia o la sangre. Los gobernantes de la Polis platónica no serán conducidos o movidos por la ambición personal o el derecho del más fuerte, sino que se inspirarán en la contemplación del orden inmutable de las ideas. Se basarán en la contemplación del orden inmutable de las ideas. El "mito de la caverna" lo expresa muy bien: los que consiguen escapar de la caverna y contemplar el sol de la Verdad, la Justicia y el Bien, deben volver a la caverna para guiar a los que allí continúan. La ciudad platónica se compone así de tres clases sociales que se corresponden con las tres partes del alma. A cada clase social se le asigna una tarea, una virtud que alcanzar. Por consiguiente, la ciudad tiene necesidad de tres estamentos:

·                 La primera clase social estará constituida por hombres en los que predomina el aspecto concupiscible del alma, que es el aspecto más elemental. Esta clase social es buena o virtuosa cuando en ella prevalece la virtud de la templanza, que es una especie de escrutinio y disciplina de los placeres y deseos. La riqueza y los bienes materiales, que son administrados exclusivamente por esta clase, no deben ser demasiados ni demasiado escasos. Esta clase está formada por los productores (campesinos, artesanos, etc.).

·                 La segunda clase social está constituida por hombres en los que predomina la fuerza irascible del alma, es decir, hombres que se parecen a los perros de noble raza, dotados al mismo tiempo de mansedumbre y de fiereza. La virtud de esta clase social debe ser la fortaleza o la bravura. Los guardianes han de vigilar no sólo los peligros que provengan del exterior, sino también aquellos que procedan del interior.

·                 La tercera clase, finalmente, está formada por aquellos que saben amar a la ciudad más que a los demás, cumpliendo con el celo necesario sus obligaciones y, sobre todo, conociendo y contemplando las ideas y especialmente, la idea del bien. Por lo tanto, en los gobernantes predomina el alma racional y su virtud específica es la sabiduría.

              Se trata de una organización política estrictamente jerarquizada. No todos los hombres están igualmente dotados por la naturaleza, ni deben realizar las mismas funciones. En cada uno predomina un alma, y ha de ser educado de acuerdo con las funciones que deba realizar (idéntica función y educación para hombres y mujeres): el Estado platónico es, ante todo, una institución educativa. Por otro lado, la existencia de los ciudadanos está en función del bien de la colectividad. Por esta razón, Platón prevé un” comunismo” total para las clases superiores: abolición de la propiedad privada y de la familia. De este modo, los gobernantes y guerreros estarán a salvo de los peligros de la ambición personal o de casta. Como vemos, el proyecto político de Platón va directamente dirigido contra la teoría relativista de los sofistas, y pretende escapar a la temporalidad: todo, desde los juegos de los niños, hasta el sistema educativo, está rígidamente legislado para impedir que se produzca la más mínima variación. Se trata de un Estado que pretende escapar al tiempo y al devenir.



 

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